Descubrí varios estanques, caminamos hasta encontrar palos para pescar y, como no había que pescar, Matías botó ramitas, palos y piedras. Jugamos bajo una guitarra cuya melodía no identifiqué, nos resbalamos y buscamos piedras. Luego, a la biblioteca, al carrito, al sillón...
En el parque, pienso en mi compañero de vida en que no lo ha notado, en que no debe cambiar, sólo un día despertar y darse cuenta. Matías pregunta por qué estoy triste. Entonces, caigo en cuenta que nunca lo va a notar.
Caminamos hasta el taxi y subimos.
En casa, pienso que debo volver a buscar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Si nunca lo va notar, tal vez vale la pena decírselo.
ResponderEliminarjeje, ese río ya se cruzó.
ResponderEliminar¿es posible musitar una palabra cuando un pequeño de dos años pregunta: "por qué estás triste"?... una vez me lo preguntó y el aire se atascó en la garganta... solo pude recurrir a la arena... sólo le dije "quieres jugar con arena a construir castillos que se caen?", espero que esa haya sido respuesta suficiente.
ResponderEliminar