martes, 31 de enero de 2012

Cursilería

Ella me habla de boleros. Ambas tenemos 'algo' con la cursilería.
Recuerdo que antes de partir, le pedí a HH que fuera bueno con N. No lo ha sido. Antes pensaba que era inconsciente, inclusive cuando A. se sintió usada, pensé que había sido sin pensarlo. Pero no.
Entonces, ¿debo sentirme dañada? No lo sé. Quizá. He descubierto que todas esas malas cosas, ese daño no fue producido por error, no fue estupidez... No. He descubierto que si usa, que hiere... Ha sido como descubrir que la gente mata. Jamás he logrado entender cómo llegamos a la conciencia de la maldad y la ejecutamos sin arrepentimiento. ¿Cómo es posible? Debería preguntarle a HH, pero en seguida pedirá perdón mil veces. Me desalienta. En este punto, él debería aceptar que usa a las personas, que jamás ha amado y que no le importa. Admitirlo con todas las letras. Pero no.
En fin, esto es cursilería con inocencia, un cóctel nada públicable, una conversación intima que deriva en publicación virtual porque, como diría Castel, tal vez alguien entienda.
...De las ruinas, nos encargamos los que estamos en la orilla. Cada día, ponemos una roca para tapar los huecos que él abrió en sus juegos marinos, pronto Bella se desvanecerá en el mar lanzándose sobre las rocas porque escucha su voz llena de promesas. No escucha nuestros gritos, no cree en los retratos de mujeres reventadas en el acantilado. Bella, por supuesto, está embarazada, y cree que su ruta a él es a través de las rocas. Algunas han sobrevivido. Algunas le cuentan cosas a los oídos. Yo no quiero escuchar, así que canto aquella ronda infantil. Sostengo sus manos sin fuerza, Bella está pálida, marchita... Cruzo miradas con la anciana. Un segundo, y ya no está. Bella se ha lanzado. En la orilla empiezan los gritos y el llanto, se confunden con la voz llena de promesas, estoy en la orilla. Quizá, me digo. Pero la mano de bella toca mi hombro. Ahora, sin piel, sus gritos se mezclan con llantos no contenidos. Bella se vuelve a lanzar. Quizá, me digo.

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